Aquella mañana de verano, Gregorio Samsa amaneció convertido en un repugnante insecto. Las alas apenas le dejaban moverse, la lengua en sierra de la boca no le permitía pedir auxilio a sus padres, a través de sus ojos desproporcionados y marrones veía como la lengua de su perro le ensalivaba todo su cuerpo.
Jose Aurelio Martín
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